jueves, 9 de mayo de 2013

Contar la vida



Después de haber escrito tanto sobre vidas ajenas, renunció al proyecto de contar la suya propia. No merecía la pena, así que se dedicó a leer, a pasear y a contemplar la naturaleza. Fueron pasando veloces los años y muy al final, cuando tuvo la sensación de que el tiempo lo alcanzaba, pensó que quizá no fuera del todo inútil redactar una breve memoria sobre aquel suceso que había marcado su juventud y el resto de su existencia. Sin demasiado afán, se puso a ello. Emborronó algunas cuartillas con el pulso ya tembloroso de su estilográfica, pero se cansó pronto y abandonó la tarea: para qué hurgar en el pasado, para qué contar nada, y menos aún tan a destiempo. Era mejor esperar en paz. Sin aspavientos. Con el alma sosegada. En silencio.

Nota. La foto de Barcelona, vista desde Montjuich, es de Marta Q.

3 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Conocemos grandes poetas que sus mejores versos los han escrito reflexionando sobre su propia vida, a veces he pensado que sobre la propia vida es sobre lo que podemos hablar con más propiedad pues es la única propiedad ligeramente cierta. Ocurre, sin embargo, que se nos nuble el magín, y empecemos a decir demasiadas verdades, entonces, el relato sobre la vida propia expuesta tan crudamente se convierte en una ruina.
Me ha gustado mucho la foto, esta copa la dibujé cuando era estudiante, un buen recuerdo.
Salud
Francesc Cornadó

Javier dijo...

Es mejor esperar, Javier, es mucho mejor...

Un abrazo

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Son muchas las veces, Francesc, en las que creo que mejor así, que, comparto el sentimiento del personaje de mi cuento, no vale la pena contar nada.
Así que, lo único que cuenta, Javier, es lo que dijo Machado en aquel breve poema de "Soledades" (1903)"nuestra única cuita son las desesperantes posturas que tomamos para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita."
Gracias a los dos por vuestros comentarios.
Un abrazo, Javier.