lunes, 30 de enero de 2012

Los folicularios y el estilo



Es cosa sabida que don Manuel Azaña no fue un presidente al uso. Numerosas razones lo abonan. No es lo corriente que un presidente se desvíe del argumento político al escribir sus diarios para perderse en un meandro reflexivo acerca del estilo de los periodistas españoles de su tiempo. Cuando Negrín y Zugazagoitia lo visitaron en La Pobleta, en mayo de 1937, recién estrenados sus cargos de presidente del Gobierno y ministro de la Gobernación, teniendo en cuenta la tarea periodística del nuevo ministro, escribe, de modo admirable, el presidente de la República en sus Memorias de guerra 1936-1939:

Desde hace algunos años, a casi todos los folicularios españoles les ha dado por escribir, venga o no a pelo, con frasecitas cortas, con cláusulas breves, creyéndose con ello más "modernos". Cuando se trata de gentes sin talento literario, ni formación de escritor, ni conocimiento siquiera superficial de la lengua escrita, se contentan con tronchar las oraciones, cortándolas a cada dos o tres vocablos con un punto y seguido arbitrario, sin observar correspondencia alguna entre el desarrollo de la frase y el de la idea o pensamiento que pretenden expresar. Así resulta una frase cojitranca y jadeante. La atención del lector, como la materia suele ser parva y muy cursada, corre más veloz que la elocución del articulista, y, se ve forzada a detenerse en las pausas indebidas de la prosa, desligadas de las pausas del discurso. Queriendo ser rápidos, son tartamudos. Pero, ¡bueno!, ¿a qué viene ahora hablar de estilos? Hablemos de política.

2 comentarios:

Rafael Hidalgo dijo...

El caso es que un político chafardeando en la lengua no hace tanto daño como un escritor chafardeando en la política; máxime si este último se lanza a hacer demagogia.

El novelista convertido en (triste) personaje.

Javier Quiñones Pozuelo dijo...

Rafael: de sobra sabes que la política es siempre terreno de controversia y creo que aquí discreparíamos. La actitud de Azaña durante la guerra, su "paz, piedad y perdón", merecieron mejor suerte, más respeto y más reconocimiento del que tuvieron. Su actitud de dimitir de la presidencia de la República cuando vio que la política del doctor Negrín, amparada por los comunistas, era de resistencia a ultranza, le honró. Sus intentos por parar aquella barbarie y aquel sufrimiento infinito del pueblo español debieron ser tenidos en cuenta. Su muerte en Montauban fue muy triste no solo para su familia, sino para la causa de la libertad en España.
Un fuerte abrazo, Javier.

P.S. No sé si Azaña fue mejor político que escritor. Desde luego como escritor valía lo suyo, tanto "El jardín de los frailes" como "La velada en Benicarló" lo prueban sobradamente.