jueves, 16 de abril de 2009

El pequeño señor Paul, de Martin Baltscheit



Al pequeño señor Paul, que había crecido entre libros, porque estos abundaban en la casa de sus padres -había tantos que los utilizaban hasta como muebles, para sentarse, como mesa-, la lectura, el leer muchísimo, le salvaba de los días aburridos y pesados. Esta puede ser una de las ideas que el estupendo libro de Balstscheit comunica a los lectores, jóvenes o no, que se acercan a sus páginas: la lectura alivia soledades, alimenta el espíritu y rescata del tedio y la mediocridad. Y no está nada mal una reflexión así en un mundo como el que vivimos, dominado en todos sus extremos por la cultura audiovisual. El pequeño señor Paul disfruta al llegar a casa y sentarse en su butaca de lectura y también cuando comenta sus lecturas con algún compañero de trabajo, porque el pequeño señor Paul se ha hecho mayor, ha ido al colegio y ha aprendido un oficio.

La literatura, sobre todo la infantil y juvenil, debe estimular la imaginación, haciendo vivir al lector situaciones sorprendentes y divertidas, pero también debe mover a reflexión, hacer pensar sobre la realidad y el mundo en que se vive, es decir, también aquí el dulce y útil horaciano. El pequeño señor Paul, de repente, pierde la risa, no se puede reír de un chiste que lee en el periódico y eso le preocupa y le crea un serio problema. El lector, divertido, puede asistir a la solución del conflicto. El pequeño señor Paul se encuentra en el tranvía con una señora que lleva su día encerrado en el bolso porque es uno de esos días malos. Pero si hay días malos es porque también los hay buenos: cómo pasar de unos a otros, he ahí el dilema que se acomete en esa historia. ¿Se imaginan estar metido dentro de un semáforo convertido en el hombre de rojo que no puede moverse de allí? ¿Cómo salir? ¿Cómo recuperar la libertad de movimiento perdida? Estas y otras aventuras semejantes son las que le ocurren al muy leído pequeño señor Paul, a quien acompañamos en sus peculiares vacaciones en la segunda parte del libro.

Un acierto este libro de Martín Baltscheit ilustrado por Ulf K, y editado por Anaya en la misma colección en la que se editara, en 1997, el memorable Cuando el mundo era joven todavía de Jürg Schubiger y el estupendo Días de Reyes Magos, de Emilio Pascual, en 1999.


Martin Baltscheit, según reza en el texto de la solapa de la edición, nació en 1965. Estudió Diseño y Comunicación en el Folkwangschule de Essen. Ha recibido muchos premios y condecoraciones por sus trabajos como dibujante de cómic, ilustrador, actor, y por sus libros para niños, adultos, y también como dramaturgo. En la actualidad vive en Dusseldorf.